Se acabó el verano, hemos de reincorporarnos al trabajo y llega el momento de empezar el cole. Muchos de vosotros lo hacéis por necesidad, otros por darle algo más de lo que podéis ofrecerle en casa, relación con otros niños/as, independencia, estimulación, aprendizaje, preparación para el cole de mayores… sea cual sea el motivo, aquí estamos, dejando a nuestro bien más preciado ante desconocidos. Esa incertidumbre de saber cómo pasa el día, como le atienden y si son capaces de cubrir sus necesidades, entra en duda cuando los dejamos de buena mañana o los recogemos llorando. Y entonces viene la pregunta “¿Por qué llora?”. Estoy segura de que si etiquetáramos el hashtag #porquellora cada vez que esta pregunta se realizara o pasara por nuestras mentes, sería sin duda el trending topic de estas dos semanas.
Y entonces vienen las palabras alentadoras de sus educadoras: no te preocupes, es normal que lloren, tienen que llorar al principio, es cuestión de días, tiene que adaptarse, bla bla bla… vale, es un proceso que debe pasar, lo sé, pero ¿realmente nos tranquilizan estas palabras? Seamos sinceros, NO. Ninguna madre desea ver a su hijo llorar por más que tenga que hacerlo.
No veo otro modo de responder a esta pregunta que respondiéndola desde dentro de los peques. ¿Alguien se ha planteado alguna vez que es lo que pasa por sus cabezas?
“Hola soy Alan, tengo 1 añito y tengo la mejor familia del mundo. Esta noche mamá me ha dejado dormir en su cama, que calentito he estado, aunque no sé porque papi se ha ido al sofá, aquí cabemos los tres. Ayer antes de acostarme, papá y mamá estuvieron metiendo cosas mías en una mochila, pañales, toallitas, ropa, parece que nos vamos de viaje, creí entender que vamos a COLE, a mí me encanta viajar, pero creo que el sitio no les gusta demasiado porque no los veo muy contentos, quizá es porque el viaje es largo, y a mamá no le gusta mucho el avión. ¡Anda! Ropa nueva, tiene unos colores muy bonitos, me gusta, además llevo mi propia mochila a conjunto. Que ganas tengo de llegar. ¡Aquí estamos, pero cuantos niños! Pero no conozco a ninguno… que grande es todo… me da miedo perderme, menos mal que papá y mamá vienen conmigo. La mamá está hablando con una señora, parece simpática, me sonríe y me quiere coger en brazos, ¿por qué? Ella no es mi mamá, no quiero. Bueno, papá y mamá están aquí conmigo, voy a coger este juguete, cuantas cosas hay, y cuanta gente, parece una fiesta, me gusta. Mamá intenta decirme algo: “Cariño, nos tenemos que ir, te quedas un ratito jugando aquí y cuando los papás terminen de trabajar vienen a buscarte, ¿vale?” ¿Cómo? ¿Trabajar? ¿Qué es eso? No entiendo nada, no quiero quedarme aquí, no conozco a esta señora y hay muchos niños llorando, estoy asustado, no sé qué les pasa. ¿Y por qué se han ido sin mí? ¿Ya no me quieren?”
Ahí está la respuesta: “sensación de abandono”. No entienden porqué debéis marcharos, ni porqué una señora desconocida quiere cogerlos, abrazarlos, si eso solo lo hace papá y mamá. El tiempo para ellos pasa muy lento, una simple jornada de 3 horas puede parecer una eternidad cuando no sabes si realmente van a volver a por ti o han desaparecido para siempre.
¿Imagináis cómo debe ser? Seguro que más de uno recuerda haberse perdido por minutos en el centro comercial, con el coche, o vamos más allá, perder de vista unos segundos a vuestros pequeños en el parque, en la playa o cuando de repente parecen atragantarse con algún tipo de alimento ¿verdad que esos segundos parecen eternos? Pues imaginad cuando vuestros seres más queridos, con los que prácticamente han pasado las 24 horas del día desde que vinieron a este mundo, desaparecen por horas sin explicación, estoy segura de que empezáis a haceros una idea de ese sentimiento.
Esta nueva etapa supone un cambio importante que representa la salida del ambiente familiar, donde el niño/a tiene un rol definido, se siente seguro, conocido y protegido. Ahora se amplía su mundo de relaciones y deberá aprender a ser uno más entre los demás, compartir la atención del adulto con otros y adaptarse a nuevos espacios desconocidos.
Es posible que puedan aparecer conductas de rechazo, de tristeza u otras manifestaciones de adaptación como alteraciones en el sueño, alimentación…Debemos saber que estas son manifestaciones normales de este período que se solucionaran en breve tiempo y que si las entendemos de una forma natural estaremos ayudando al pequeño a asumir la nueva situación con normalidad y alegría.
Normalmente tendemos a pensar que el periodo de adaptación tan solo afecta al niño o niña, pero no es así, también nosotros debemos adaptarnos y el modo en que llevemos este proceso repercutirá directamente en nuestros hijos/as y su resultado.
Si la familia manifiesta temor, ansiedad, angustia, inseguridad ante esta nueva etapa, este sentimiento será captado por ellos. En definitiva, si la familia vive con dificultad este momento, el niño/a reclamará a sus padres con ansiedad y vivirá el período de adaptación de forma insegura.
Ahora que ya empezamos a entender por lo que están pasando nuestros pequeños, dejemos de lado la pregunta de por qué llora y centrémonos en facilitarles al máximo su adaptación.
A continuación, les adjunto una serie de recomendaciones que les pueden ser útiles estas semanas:
- Acostarlos temprano para que duerman las horas suficientes.
- Acostumbrarlo a ser puntual e ir habituándolos al horario que realizará en la escuela.
- Transmitirle al niño seguridad y confianza, motivándolo desde el principio.
- En el momento de la separación, darle al niño/a de manera intuitiva, la noción del tiempo que permanecerá en la escuela.
- Una vez acabada la jornada escolar, establecer conversaciones sobre lo que ha hecho allí, pero sin agobiarlos.
- Transmitir a los niños/as una imagen positiva del cole y de la educadora. No amenazar con ella.
- Evitar sentir culpa o inseguridad y por supuesto, que el niño/a no nos vea llorar.
- No intentar compensarlos con regalos.
- Cuando sea la hora de marchar es mejor no alargar la situación: decir adiós con seguridad y alegría.
- Hay que transmitir al niño que lo que estáis haciendo es lo mejor para él.
- Es importante que no piense que la marcha de los padres es opcional o que si protesta con fuerza impedirá la partida.
- También evitad marcharos cuando no os ve, el pequeño acusará igual la marcha, pero, al no despedirnos, no sabrá que vais a volver.
- Debemos evitar el chantaje afectivo de “no llores que mamá se va triste”, o la mentira “voy a comprar y vengo enseguida”, así como evitar al recogerle frases como “¡Ay pobrecito!, que le hemos dejado solito”, ¿has llorado mucho?
- Esperemos a introducir cambios en la vida del pequeño (quitar pañales, cambio de habitación…) mientras se está adaptando a la escuela para que pueda asimilarlos de uno en uno con más facilidad.
- Puede que el niño, en el reencuentro con los padres llore o muestre indiferencia, estas son algunas manifestaciones que no deben angustiarnos, a veces el niño también experimenta sentimientos ambivalentes, contradictorios, al mismo tiempo siente la separación de la educadora y el deseo de ir con sus padres. Dedicarle en estos momentos un tiempo especial para acogerle, dialogar con él y reconfortarle.
- Evitar ponerle un plazo para que lo supere, ya que cada niño tiene un ritmo de adaptación que debemos respetar.
Y, por último, y no por ello menos importante, tanto el centro como las educadoras también han de adaptarse. Deben ir conociendo las características individuales y necesidades de cada niño/a, estableciendo rutinas y hábitos, adecuando horarios, pautas… Así que familias, tened paciencia y confianza, pues estamos seguros de que, tras una buena coordinación entre las tres partes y cooperación de toda la comunidad educativa, este proceso será todo un éxito.
Porque tal y como dijo una vez Walt Disney:
«Puedes crear, soñar, diseñar el más hermoso lugar en el mundo, pero necesitas gente para hacer tu sueño realidad»